domingo, 19 de abril de 2020

El día que cambió el mundo

Acabo de ver la última fecha de actualización, y he pensado "La madre que me parió, tengo que tener a mis lectores de retrete hasta los cojones de leer la etiqueta del champú mientras hacen sus deposiciones".

Debo admitir que el Covid-19 nos ha pillado a pie cambiado. En diciembre lo veíamos desde la lejanía. En enero cogí "una gripe" con la que me pincharon Trigon y me mandaron una pila de medicamentos (entre ellos azitromicina), la vuelta a la actividad deportiva fue como esas alergias, que como diría el tito Luidgi "te dejan corriendo con medio pulmón". En febrero empezamos a tener la mosca detrás de la oreja y los memes ya no nos hacían ni puta gracia, y en marzo explotó todo.



El fin de semana anterior estuvimos en el sur de Tenerife, haciendo una rutilla por el Barranco del Infierno con Raquelilla y Julen, siendo ajenos y conscientes al cincuenta por ciento de cómo podrían evolucionar las cosas. Durante la semana los nervios iban subiendo por días, como un terremoto en la escala Ritcher, hasta que el sábado, antes de tomar las dos cervezas de despedida de rotación, el jefe entró en la sala y nos dijo "Id cancelando los planes para el finde, que se va a decretar el Estado de Alarma". Al día siguiente volábamos al Hierro a conocer la isla y decidimos dejarlo en stand by, por si acaso.

Recuerdo que ese sábado siguiente aprovechamos para bajar a Santa Cruz a hacer la compra al Mercado de la Recova, o de Nuestra Señora de África, como queráis llamarlo, y el pánico se iba acumulando en los rostros de la gente. Después hicimos la compra en el Lidl, y vimos de primera mano el desabastecimiento que habíamos notado durante la semana anterior. Fueron días de leer mucho y saber poco, de cierto escepticismo, y de hacer cábalas.

Y fue en esos días cuando escribí a una de esas personas que da igual cuánto tiempo lleves sin hablar con ella, porque son amigos de verdad, Juanda, enfermero que trabaja en un hospital Madrid (no voy a decir dónde) mi compañero de habitación en Toledo durante dos años en la Tomás y Valiente.
- Fenómeno, ¿cómo van las cosas por ahí?
- Se respira una calma tensa, pero de momento la cosa está bien.
- Mucho ánimo para estos días, y fuerza de los de azul.

Tres días más tarde volví a escribirle, y la situación que me describió se resumía en "al borde del colapso".

Entre medias, por el grupo de aquellos que empezamos a estudiar juntos como ratas de biblioteca, el de los "Danis" (Hernández, Alarza, Fernández y el que suscribe), H nos comunicaba que se encontraba mal y que creía que había pillado "el bicho".

Al comenzar la semana, y cambiar la rotación, el ambiente en el trabajo se iba enrareciendo, tensión, incertidumbre, no saber muy bien cómo iba a reaccionar, ni la población, ni la enfermedad, ni los mercados.

Entonces fue cuando explotó la pandemia. Empezaron a subir los "casos", los "infectados" y los "muertos" y se empezó a hablar de términos estadísticos, porque, si en algo se parece el Ejecutivo a Stalin, es en la síntesis de la frase "La muerte de un hombre es una tragedia, la de millones estadística".

Me cambiaron la rotación y me enviarón de refuerzo a otro lugar donde no me correspondía pero "era necesario". Lo aceptas aunque no sea justo porque se persigue el "bien común". Pero de entre todo se despierta en ti un pensamiento crítico y empiezas a leer y dejas de ver la tele, y a escuchar la radio. Especialmente cuando ves a Chani Henares renunciar a su puesto en LaSexta o escuchas la palabra "veto" en el programa de Íker Jiménez. Puedes comulgar o no con sus ideas, pero lo único que han dicho de verdad es que llueve para abajo.

Recuerdo que cuando en Madrid se superaron los 3000 muertos comenté a mi pareja Alba "China nos ha metido un gol con las cifras" y los dos asentimos. Fue cuando nos dimos cuenta de la gravedad del asunto. Cuando empezamos a escuchar por los grupos de WhatsApp que casi todos nuestros amigos y conocidos estaban en un ER(T)E. Del mismo modo lo hablaba con Carlos Chichano Álvarez, que curra en un psiquiátrico en Ciempozuelos:
- Tridani, yo creo que llevamos con esta mierda mucho más tiempo del que creemos, que se nos morían los pacientes de neumonía.
- Yo pienso igual que tú, pero no se puede encontrar lo que no se busca.

Dos semanas antes de que se decretara el Estado de Alarma, él consiguió, a través de otro de los amigos del grupo, una mascarilla autofiltrante de las que se usan en los talleres de pintura, y todos sus compañeros se empezaron a reír de él. Como todos en este país.

Mientras tanto Dani H daba pocas señales de vida y no sabíamos mucho de él, primero porque no quería preocuparnos y segundo porque las estaba pasando canutas en la frontera con Francia luchando contra el bicho en el desamparo más absoluto, únicamente apoyado por otro contagiado, Javi, su compañero de piso. Y ellos dos serán otros dos casos más que ni "han sido positivos" ni han sido "altas o inmunizados", pero de nuevo están en el tajo.

Desde Talavera llegaban noticias en principio alentadoras, allí no se estaba cebando mucho con la población, algo que me resultó muy extraño ya que hay cientos de personas que trabajan en Madrid y se desplazan a diario desde un punto al otro. Hablé con mis padres, en ERTE ambos, y ya sabían de casos entre conocidos pero la realidad seguía sin "cuadrar". Entonces descubría a Matthew Bennett en Twitter, que fue el primero que escuché referirse al INFORME MoMo y las cifras reales del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-la Mancha como "ocultas".

Lo bueno de los datos científicos o estadísticos es que son datos, y no cabe interpretación temeraria por parte de un periodista servil o de un partido político. Los miras, los comparas y la realidad va supurando. Otra cosa es que te guste lo que te cuenten esos datos, ahí ya no me meto.

En relación a esto, también pregunté a otra amiga enfermera, Mila, que trabaja en otro hospital de CLM (que tampoco voy a decir cuál es), ya que a través de sus redes pedía ayuda para otro hospital diferente al suyo, que estaba colapsando, el de Alcázar de San Juan. Por su trabajo las cosas también estaban jodidas, pero, una vez más "iban escapando" como podían.

Es cuando piensas: "Si vuela, tiene plumas, y hace cuac....", pues un león no es, igual un buitre disfrazado de pato... pero lo más normal es que se un pato.

Entre medias, nuestra ración de borreguismo ilustrado, bien edulcorado con dosis superfluas de libertad, pizcas de solidaridad y gusto por el trabajo en equipo. Puedes añadirle un poco de amaño del CIS para decorarlo y ya te queda lo que somos, una bomba a punto de estallar.

Deberíamos sacar unas cuantas moralejas de esta situación pero dudo mucho lo que hagamos.

Nos guste o no, estamos recogiendo los frutos de treinta años de cambios legislativos, concesiones y privilegios. Nos han educado en la política del derecho y no del deber. La falacia de la gratuidad y de la superioridad moral de un pensamiento frente a otro. De las no consecuencias. De ser solidarios con lo común y no con lo propio. De pensar como masa y actuar como masa. De apedrear al pensamiento crítico.

Supongo que más de uno habrá visto Guerra Mundial Z, y esa secuencia en la que Brad Pitt habla con un científico israelita y le explica: "Si de los diez miembros que forman el consejo 9 votan a favor, el 10 debe votar en contra y se deben seguir las instrucciones del que votó en contra".

Eso mismo nos pasó en España, solo que el décimo también voto a favor.