Los entrenamientos de lunes, martes y miércoles los hice sin demasiados problemas, a excepción del cansancio que supone una jornada de clase de 8 horas (lunes y miércoles) más las prácticas de atletismo en las que también corremos un poquillo. Por ejemplo, el lunes hice 4x200 en pista: 31''02, 30''91, 30''88 y 30''02. Que para ser las 9 de la mañana no está mal, y para haberme metido la paliza del día anterior tampoco. Pero cuando empecé a notar las fuerzas flaquear fue el miércoles, que no tenía gana alguna de ir a entrenar, y aún así, fui a hacer los 4900 de natación programados. Con 4x400 en AEM(F) y AEM(N), y 2x150 + 2x100 AEI. Lo único que me entretuvo un poco fueron las charlas en los descansos con Joan Lorente, buen nadador y mejor persona, y Carmelo López, ya mítico y conocido en toda CLM, jaja.
Fue después de este entrenamiento cuando empecé a acusar todos los esfuerzos realizados y las pocas horas de sueño acumuladas. Y así fue que si pocas ganas tenía de entrenar el miércoles se multiplicaron por 0.01 el jueves. Pero son esos momentos en los que uno tira más de corazón que de cabeza y hace el entrenamiento, encima, doblando. En la carrera me dí cuenta de que la garganta me escocía horrores y que no era capaz de encontrar el ritmo, me costaba correr y sufría más de lo que suelo. En los 4x1000 (Medio, 2 vivos y rápido), hice unos tiempos que no me convencían del todo. 3'42'', 3'30'', 3'25'' y 3'21''. Pero con unas sensaciones malísimas, que en un principio achaqué a la fabada que nos habían puesto de comida. Y luego en la natación (5x700 + 4x25 c/1' + 100) estaba totalmente descentrado, no era capaz de nadar cómodo y me daba la sensación de que los caracoles me adelantaban.
Al salir de la piscina ya no