El primer lunes de septiembre. El peor día de la semana y el peor mes del año, o, al menos el que mayor nostalgia me provoca. La vuelta al cole, o a la rutina, el fin de la temporada deportiva llamando a la puerta y la nueva asomando por la esquina. Voy haciendo esta reflexión mientras conduzco de camino a Madrid desde Talavera. Hay tráfico, como siempre, pero fluye rápido. Los ojos se me llenan del amarillo de los rastrojos. Sé que tengo que hacer una carta de despedida, pero no sabría muy bien qué decir, ni cómo. La radio suena de fondo, pero se escucha como una voz en off, sigo absorto en mis pensamientos. Tengo proyectos en mente, de diferente índole, y dudas, muchas dudas.
Pero otras cosas sí las tengo seguras. He tenido que hacer
una reflexión profunda, poner en una balanza pros y contras, analizar situaciones,
pensar, darle mil vueltas a todo, antes de llegar a una conclusión propia,
puede que errada, pero mía, al fin y al cabo. A principio de año tomé la
decisión de dejar el club para la siguiente temporada, y, supongo, que debo
decir adiós, no coger la puerta y largarme. Así que esta es mi carta de
despedida:
Llevo unos cuantos años bailando en el alambre, sin ser
capaz de encontrar una motivación real para entrenar y sin ser capaz de tener
una constancia de entrenamientos que no se vea alterada por razones varias. Empecé a entrenar solo desde 2008, pero nunca se me había hecho tan cuesta
arriba como en los últimos años en Madrid. Lo intenté, en 2021, bajo las órdenes de Héctor Arévalo, consiguiendo recuperar el nivel a costa de la salud, logrando
entrar en los equipos de duatlón para ayudar al club y dándome cuenta de que
ese nivel de entrenamiento en mis condiciones personales y laborales no eran factibles.
Abro un inciso, durante los últimos 4 años, en tres he
tenido despliegues de más de un mes en verano, es decir, una ruptura total con
el entrenamiento (Eurocopas de 2021 y 2024, ambas en junio -28 y 38 días out- y
Mundial de Qatar de diciembre de 2022 -27 días out-), a lo que hay que añadir
otros cuantos despliegues internacionales y nacionales. Sin ir más lejos, el
año pasado, antes de la Media Maratón de Talavera en octubre, tuve que cancelar vacaciones
por tema de curro, y plantarme en la línea de salida con dos turnos de 16 horas
encima, con las piernas como dos estacas. No mola.
Han sido dos (en realidad tres, pero 2022 fue annus
horribilis por diferentes cuestiones) años para invitar a la reflexión. Y creo que ha llegado el momento
de dar un paso al lado. Tengo la conciencia muy tranquila, he dado todo lo que
tenía y a veces lo que no, por el club desde 2013, cuando entré siendo aún
sub23. Por el camino, dejamos una ristra de buenos resultados, aún cuando
éramos una panda de fulanillos que viajaban en coches particulares por toda
España, y cuando dos de las pruebas de la Liga de Clubes eran los Campeonatos
de España Sprint y Olímpico. De aquella época, cuando Juan y Javi estaban en la
directiva, y el bloque élite lo formaba Antonio Benito, Javi Rosado y servidor,
con Omar muriendo, dos gregarios para la bici como Corredor y Cubatillas (mucho más el segundo que el primero), y la savia nueva llegando fuerte –Alvarete y Romo-.
Sí, éramos unos fulanos, y algunos lo seguimos siendo. Como
anécdota, el podio en el Campeonato de España Sprint de Altafulla (Omar,
Antonio y yo), al que no asistimos porque estábamos talándonos una pizza,
ajenos a lo que habíamos conseguido. Aquella remota posibilidad que tuvimos de
ser podio en la Liga de Triatlón en Santander y que no salió, acabando cuartos,
los subcampeonatos de España de Triatlón Olímpico, la Liga de El Toyo..., hay
demasiados momentos para nombrar, todos ellos, con una sonrisa. Eran tiempos
buenos, en los que una banda de amigos, con el mismo orden que el ejército de
Pancho Villa, plantaba cara a los todopoderosos Fast Triatló, Cidade Lugo, Arcade
Inforhouse o Diablillos. Con dos huevos.
Y con esa misma sonrisa será con la que me despida del Club,
con una mochila llena de buenos recuerdos. Eternamente agradecido a aquellos
que apostaron por el crecimiento del equipo como Juan o Javi y por aquellos que
lo potenciaron y que consiguieron llevarlo hasta el primer nivel, que es donde
está ahora mismo, como José y Pablo, además de todos los entrenadores de las
categorías inferiores.
14 años tras dejar el CD Tritalavera,
desde que Benito me obligó a firmar el contrato con el club en una servilleta
mojada dentro del baño del hotel donde nos concentrábamos para competir en el
Campeonato de Triatlón por Autonomías, ¿te acuerdas Beni? Jajaja. Al final, y
aunque me formara en el Trita (hoy desfigurado, como todos los clubes en mi
ciudad) siento que el Albacete ha sido (y será) mi hogar. Como Franccesco Totti
en el AS Roma.
Eternamente agradecido al Club Triatlón Albacete, a sus
miembros y directiva, desde 2013 hasta la fecha presente: Juan, Javi, José Fresneda,
Pablo Matas (Matayev), David Speaker, y todos aquellos que de una manera u
otra, han conseguido llevar a este humilde club a la élite nacional.
Un abrazo a todos.
Arri.
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