(Si empieza pareciendo una historia deportiva, os daréis cuenta que al final es un análisis psicosocial). *
De los muchos defectos que atesoro, quizás el más grande sea preguntarme el por qué de las cosas. Ahora mismo estamos atravesando una etapa en el Club, siempre hablando desde mi punto de vista, en la que rinden X deportistas, pero nos surge un problema: el relevo generacional.
Por suerte o azar del destino, fuimos campeones en Castilla la-Mancha en Cadetes desde 2005 con Joaquín (Mula), en 2006 Aldana, 2007 Andresito, 2008 Javi del Pino. Y se acabó nuestro reinado, aunque esos cadetes pasaron a Junior y siguieron haciendo historia (desde 2006 hasta 2009).

Pero ahora no tenemos relevo. Las generaciones venideras no pisan fuerte como hizo la del caterva del 91 con gente como Fernado, Uxío, Vicente, Ricardo... Exceptuando el caso de David Castro (93) y el de Antonio Moreno (94). La cuestión que se nos plantea es: ¿Qué pasó con los niños?
Quizás tengamos que remontarnos a la Educación para encontrar una explicación a una falta de principios descomunal, de empatía y de respeto, a una brutal dosis de conformismo y de falta de aspiraciones (lo decía la encuesta en mi generación, que fue la primera tocada: el 76% querían ser funcionarios, si no me equivoco), pero no sólo eso, también podemos ver una seria falta de carácter y de disciplina.
También los hábitos han cambiado. Antes recuerdo "vivir" todas las tardes desde abril emocionantes partidos en la plaza de al lado de mi casa, ahora, lo cambiaron por la Wii y la Play Station 3.
En parte, diría que buena parte de la culpa la tenemos nosotros mismos, la Sociedad. Ahora nos han enseñado que a un niño (aunque sea tuyo) no le podemos pegar, pero sin embargo, el niño al profesor sí. Hay que joderse. Antes, en tiempos de mi padre (y por extrapolación de la educación que he recibido, en los míos, aunque en menor medida), eso no ocurría, es más, si el profesor te pegaba tu padre te daba más fuerte bajo el lema "algo habrás hecho". Y es que a ciertas edades la palabra no sirve, y una hostia bien dada hace milagros. Puede sonar agresivo, y aunque reconozco que mi padre me ha pegado las veces justas y necesarias, no se lo reprocho, casi le daría las gracias, porque en el fondo, esas hostias me han hecho ser más cívico, empático, disciplinado, y en definitiva, mejor persona.
Quizás eso me haya ayudado en el deporte, aunque gran parte del mérito se lo debo también a mi entrenador desde 2005, Pablo Cabeza, y a mi "medio-primo-medio-tío" y entrenador Quique Álvarez. Ellos (pero particularmente P.) me inculcaron la cultura del trabajo y la constancia, de que un trabajo bien hecho vale más que uno a medias, de la recompensa y el esfuerzo, del sufrimiento y la rectitud. También fue suerte coincidir con mis compañeros, y crear ese grupo de recios mohicanos. Pero por circunstancias de la vida, muros motivacionales, "fracasos", los mohicanos se alejan del camino, pierden la pista de la grand
eza, al menos por un tiempo.
Confío también en que regresen poco a poco al camino, costará, será un esfuerzo de sangre y sudor y lágrimas, pero de nuevo volverán a rodar juntos, atemporales, impertérritos.
Porque desde la adolescencia nos mostraron que un hombre no se mide por las medallas que consigue, sino por las montañas que escala, los baches que supera, las carencias que compensa. Si no tengo la genética adecuada lo compensaré con el carácter y la constancia. Hay más campeones de los que entran en un podio.
Ése sería el mensaje que le tendríamos que enviar a los más jóvenes, no reproches, sino bases sobre los que construir una mentalidad, unos principios olvidados, los mismos que me transmitió mi abuelo sin saber apenas escribir y leer a duras penas. Pero sabía más que muchos intelectuales de penurias, de hambre, de callos en las manos y dolor en el estómago, del trabajo al sol y los días al raso. Sabía que un hombre no se mide por lo que posee, sino por las acciones que realiza...
¿Por qué olvidamos todos esos principios si eran la base de la Sociedad...?
(Dos Fotos: Cuenca 2008 y Viaje de Gijón 2009, por los buenos momentos).
Por suerte o azar del destino, fuimos campeones en Castilla la-Mancha en Cadetes desde 2005 con Joaquín (Mula), en 2006 Aldana, 2007 Andresito, 2008 Javi del Pino. Y se acabó nuestro reinado, aunque esos cadetes pasaron a Junior y siguieron haciendo historia (desde 2006 hasta 2009).
Pero ahora no tenemos relevo. Las generaciones venideras no pisan fuerte como hizo la del caterva del 91 con gente como Fernado, Uxío, Vicente, Ricardo... Exceptuando el caso de David Castro (93) y el de Antonio Moreno (94). La cuestión que se nos plantea es: ¿Qué pasó con los niños?
Quizás tengamos que remontarnos a la Educación para encontrar una explicación a una falta de principios descomunal, de empatía y de respeto, a una brutal dosis de conformismo y de falta de aspiraciones (lo decía la encuesta en mi generación, que fue la primera tocada: el 76% querían ser funcionarios, si no me equivoco), pero no sólo eso, también podemos ver una seria falta de carácter y de disciplina.
También los hábitos han cambiado. Antes recuerdo "vivir" todas las tardes desde abril emocionantes partidos en la plaza de al lado de mi casa, ahora, lo cambiaron por la Wii y la Play Station 3.
En parte, diría que buena parte de la culpa la tenemos nosotros mismos, la Sociedad. Ahora nos han enseñado que a un niño (aunque sea tuyo) no le podemos pegar, pero sin embargo, el niño al profesor sí. Hay que joderse. Antes, en tiempos de mi padre (y por extrapolación de la educación que he recibido, en los míos, aunque en menor medida), eso no ocurría, es más, si el profesor te pegaba tu padre te daba más fuerte bajo el lema "algo habrás hecho". Y es que a ciertas edades la palabra no sirve, y una hostia bien dada hace milagros. Puede sonar agresivo, y aunque reconozco que mi padre me ha pegado las veces justas y necesarias, no se lo reprocho, casi le daría las gracias, porque en el fondo, esas hostias me han hecho ser más cívico, empático, disciplinado, y en definitiva, mejor persona.
Quizás eso me haya ayudado en el deporte, aunque gran parte del mérito se lo debo también a mi entrenador desde 2005, Pablo Cabeza, y a mi "medio-primo-medio-tío" y entrenador Quique Álvarez. Ellos (pero particularmente P.) me inculcaron la cultura del trabajo y la constancia, de que un trabajo bien hecho vale más que uno a medias, de la recompensa y el esfuerzo, del sufrimiento y la rectitud. También fue suerte coincidir con mis compañeros, y crear ese grupo de recios mohicanos. Pero por circunstancias de la vida, muros motivacionales, "fracasos", los mohicanos se alejan del camino, pierden la pista de la grand

Confío también en que regresen poco a poco al camino, costará, será un esfuerzo de sangre y sudor y lágrimas, pero de nuevo volverán a rodar juntos, atemporales, impertérritos.
Porque desde la adolescencia nos mostraron que un hombre no se mide por las medallas que consigue, sino por las montañas que escala, los baches que supera, las carencias que compensa. Si no tengo la genética adecuada lo compensaré con el carácter y la constancia. Hay más campeones de los que entran en un podio.
Ése sería el mensaje que le tendríamos que enviar a los más jóvenes, no reproches, sino bases sobre los que construir una mentalidad, unos principios olvidados, los mismos que me transmitió mi abuelo sin saber apenas escribir y leer a duras penas. Pero sabía más que muchos intelectuales de penurias, de hambre, de callos en las manos y dolor en el estómago, del trabajo al sol y los días al raso. Sabía que un hombre no se mide por lo que posee, sino por las acciones que realiza...
¿Por qué olvidamos todos esos principios si eran la base de la Sociedad...?
(Dos Fotos: Cuenca 2008 y Viaje de Gijón 2009, por los buenos momentos).
3 comentarios:
Suscribo muchas de tus ideas de esta entrada!!
Yo tb que los mohicanos talaveranos vuelvan a dar guerra en plan pandilla!!
1 saludo desde Ciudad Real
Me ha encantado leer esto que has escrito. Lo de los últimos mohicanos os lo dije yo en plan de coña ayer por la tarde en Los Pinos, jaja. Sois unos cracks.
Suscribo casi todo lo que dices, a mi edad, (aunque me sienta joven plenamente), ya me canso de pelear con las últimas generaciones, un 95% de niños consentidos y descomprometidos con el esfuerzo, no se si será que pierdo la paciencia ó que el mundo se está volviendo un lugar lánguido, evidentemente fabricado para pusilánimes pero no para mi.
Lo que tengo claro es que me siento orgulloso de vosotros, esa última generación aguerrida, que superáis el paso del tiempo con agallas y determinación. Y también quiero creer que esto es solo circunstancial, (nunca pierdo la esperanza), y seguiré luchando por encontrar una veta fructífera en el futuro, como fue la vuestra.
Nos vemos.
Lo estuve hablando con Aldana al acabar el martes y coincidimos en lo que decías "los últimos", parece que los más pequeños no tienen espíritu, por no decir sangre...
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