jueves, 26 de septiembre de 2024

Principios y Finales

 Llevo rumiando este post semanas.

Tengo algo encima que me pesa, que transforma el alma en plomo, que te aprieta y te ahoga, que hace que tengas un menhir que llevar a cuestas a cada puto minuto.  Es una especie de ansiedad mezclada con odio, como un virus que hace que la sangre se espese y ennegrezca, que se vuelva turbia y haga que la tensión aumente, de manera periódica.

Ayer amanecí a las 6:30 de la mañana, hoy es la 1 de la madrugada y sigo dando vueltas en la cama. Hay una pregunta en el aire, cuya respuesta me atormenta: ¿eres feliz? Entiéndase mi silencio administrativo como negativo. Me arrebujo bajo las sábanas, buscando una salida, y es fácil: huir o morir. No hay lucha probable contra la gran ciudad. Es un monstruo enorme disfruta mientras te ve agonizar lentamente. No hay muerte rápida en ella, pero sí dolor diario.

Veo demasiadas ojeras en los rostros de mis colegas que me cuentas historias parecidas. Emigrantes. El éxodo rural versión mejorada. Y a todos nos une una misma sensación: el ambiente es hostil. No encuentras una ciudad amistosa en la que enraizar. Faltan risas en el aire, rostros afables, una mano que te sujete una puerta. Jamás tan rodeado de gente la sensación de soledad fue tan grande. Quizás, por eso, aumenten las recetas de orfidal y los suicidios. Abandonamos un núcleo familiar con la esperanza de encontrar un camino propio y acabamos vagando por una cañada oscura, con el único eco de nuestras pisadas como compañero. Lejos de la familia, sin tiempo para los amigos, despojados del coraje necesario para luchar, inmersos en una rutina de oficina, atascos, estrés y ruina. ¿Era esa la vida que imaginábamos en la gran ciudad? Supongo que no. O supongo que los foráneos no nos hemos adaptado a vivir en las grandes urbes, a tardar treinta minutos y decir que “está cerca”, a hacer cola por todo y siempre, perder horas en un transporte público deprimente o con la cabeza apoyada contra el cristal de nuestro coche por el enésimo accidente de tráfico del día.

Como broma recurrente salta aquel “qué felices éramos cuando…”, aunque tampoco sea así. Hemos recorrido un largo camino para estar aquí, somos productivos, viajamos, asistimos a conciertos, hacemos planes para no pensar ni un puto momento. Quizás sea eso lo que nos pase, que no nos hemos parado un instante para pensar qué estamos haciendo.

Todos teníamos aspiraciones antes de venir aquí, pero con el tiempo, parece que se han ido diluyendo, o lo hemos olvidado parcialmente o alguien nos ha instaurado una idea preconcebida sobre lo que tenemos que considerar “vivir” en este maremágnum de asfalto. Mi objetivo vital era sencillo: formar una familia, comprar un piso, tener tiempo libre y aficiones con las que rellenarlos. Ahora, hago balance y sale a pagar, y no quiero que se me malinterprete: Sigo creyendo firmemente en la voluntad, en el esfuerzo y el sacrificio como único y real ascensor social para la consecución de tus propios objetivos, sin embargo parece algo inalcanzable en la gran urbe.

Es matemática pura y dura. Después de cinco años trabajando toda persona más o menos derrochadora o ahorradora, debería haber sido capaz de acumular ciertos fondos: un colchoncito de emergencia, una entrada para un piso, un coche… La realidad es diferente y sacude a la malograda clase media de la que formas parte en forma de bofetada: La gran ciudad no te quiere. Si eres clase media estás jodido: No eres asquerosamente rico como para que te sude los cojones todo y no eres lo suficientemente pobre como para que papá Estado te subvencione y ayude.

Supongo que de ahí es donde viene esa sensación de hostilidad de la gran ciudad hacia nosotros. Cuando buscas una vivienda y ves que no optas a ella porque te pasas del famoso IPREM o no tienes discapacidad (curioso cuanto menos, que se vendan viviendas de 200.000 euros únicamente a este tipo de personas). Otro factor más, es cuando tienes que cambiar tu coche porque una normativa europea dice que tu vehículo contamina. Súmese una inversión en un vehículo C, ECO o 0, de unos cuantos (no pocos) miles de euros, todo ello en pos de un solo objetivo: poder ir a trabajar (sin invertir dos horras de trasporte para ir y otras dos para volver, o enfrentarte a una multa por zonas de emisiones de cien pavos).

Esta disonancia hace que tu cabeza te estalle. Unos optarán por asumir que tienen que llevar una vida de mierda de lunes a viernes. Otros comenzarán a darse cuenta de una realidad patente: la vida no está en la ciudad. La cuestión es cómo salir de ella. Y esa cuestión se volverá necesidad con el paso de las semanas, meses o años, no sabrás cuándo, pero llegará. Es sencillo de atestiguar, ¿qué ocurre cada viernes y cada domingo? ¿Por qué? Para mí la explicación es sencilla: no te gusta, no tienes vínculos sociales reales, no te gusta el ritmo de vida o echas de menos a tu familia. Cualquiera de esas razones ejerce peso suficiente para no quedarte en tu tiempo de descanso, de lo contrario, no huirías.

Ése, precisamente, es el punto en el que estoy. Echando cuentas, durante los últimos 4 años en Madrid he invertido 33.000 euros en alquiler de vivienda (cuando vivía solo 18 y acompañado 15) y otros 17.000 en un vehículo, ya que tuve que cambiar el que tenía para adaptarme a la ecoabsurdez eurocapitalina. He tenido que invertir otros, cerca de 4000 euros en amueblar el piso del alquiler, ya nos encontramos en 44.000 euros, para acabar con la sensación de que sigo siendo el mismo muerto de asco que tenía que dejar cosas en el súper porque la nómina no había llegado. Big city style. La única diferencia es que ahora sí tengo algo en el banco. Por eso el deseo se transforma en necesidad, y esa necesidad casi en una obsesión: huir.

Ese deseo se vislumbra cada mes de agosto. Movimientos pendulares a la costa pagado a crédito, disfrutar 15 días lo que pagarás en 11 meses, casi como una puta obligación social. Colgar treinta fotos sonriendo para aparentar algo que no eres e impresionar a alguien que no conoces. Nunca fui de esos, ni tampoco haré por entenderlos. Sigo buscando la felicidad de las pequeñas cosas, como tomarte una caña con un colega del barrio de al lado, y hasta para eso hay que hacer cirigoncias, manda huevos. Quizás esa sea la razón por la que los pisos son cada vez más pequeños, por la que nos volvemos cada vez más huraños, por la que cada vez aguantamos menos a los demás.

No creo que nos podamos extrañar de la natalidad baja. ¿Quién cojones se va atrever a traer una criatura a un mundo en el que no puedes atenderlo sin el respaldo de la familia? Porque insisto, la gran urbe tampoco es lugar para viejos. No vamos a echarle las culpas únicamente a los precios, los pisos pequeños o la falta de respaldo familiar. Lo decía Tyler en el Club de la Lucha: Nuestra guerra es espiritual. Hemos dejado atrás valores más o menos tradicionales y no han sido sustituidos, dejando un vacío de moralidad y pensamiento. Huérfanos de metas, carentes de capacidad crítica. Pobres y borregos, tal y como la clase política nos quiere, mirándonos mientras se descojonan desde sus púlpitos, viendo cómo avanzamos hacia una autodestrucción que sí puede detenerse.

Han creado una sociedad de cristal, más pendientes de las críticas por redes sociales que de la realidad. Spoiler: casi todo lo que ves es mentira, casi todo lo que te cuentan es mentira, casi todo lo que te venden es mentira y casi todo lo que compras es mentira. Mientras te lo creas intentarán confundir tus objetivos para que no quieras salirte del rebaño: tienes que viajar a Bali, no tengas hijos, el co-living es cool, paga 10 euros por un café aguado, ve al último restaurante veggie a comerte tres trozos de tofu, compra unos vaqueros rotos para pasar frío en enero, lee al mes un libro de feminismo y dos de autoayuda, admira la subnormalidad de los influencers comprando sus productos, sal de fiesta hasta que salga el sol dos veces por semana, consume drogas – que no son tan malas como te han dicho-, llega a tu casa envuelto en un remolino de sinsentido para tragarte dos benzodiacepinas antes de dormir y ponle un nombre en inglés acabado en ING a cualquier aspecto de tu vida para disfrazar la puta mierda que en realidad es.

Por eso creo firmemente que se debe desandar el proceso, volver a los orígenes. La vida, la real no la de Instagram, está en los pueblos, o al menos en las ciudades más pequeñas. Esa es mi percepción, asumo que sugestionada por la persecución de esos mismos objetivos vitales que decía antes. Entonces… ¿cuándo nos vamos..?




martes, 3 de septiembre de 2024

Francesco Totti

El primer lunes de septiembre. El peor día de la semana y el peor mes del año, o, al menos el que mayor nostalgia me provoca. La vuelta al cole, o a la rutina, el fin de la temporada deportiva llamando a la puerta y la nueva asomando por la esquina. Voy haciendo esta reflexión mientras conduzco de camino a Madrid desde Talavera. Hay tráfico, como siempre, pero fluye rápido. Los ojos se me llenan del amarillo de los rastrojos. Sé que tengo que hacer una carta de despedida, pero no sabría muy bien qué decir, ni cómo. La radio suena de fondo, pero se escucha como una voz en off, sigo absorto en mis pensamientos. Tengo proyectos en mente, de diferente índole, y dudas, muchas dudas.

Pero otras cosas sí las tengo seguras. He tenido que hacer una reflexión profunda, poner en una balanza pros y contras, analizar situaciones, pensar, darle mil vueltas a todo, antes de llegar a una conclusión propia, puede que errada, pero mía, al fin y al cabo. A principio de año tomé la decisión de dejar el club para la siguiente temporada, y, supongo, que debo decir adiós, no coger la puerta y largarme. Así que esta es mi carta de despedida:

Llevo unos cuantos años bailando en el alambre, sin ser capaz de encontrar una motivación real para entrenar y sin ser capaz de tener una constancia de entrenamientos que no se vea alterada por razones varias. Empecé a entrenar solo desde 2008, pero nunca se me había hecho tan cuesta arriba como en los últimos años en Madrid. Lo intenté, en 2021, bajo las órdenes de Héctor Arévalo, consiguiendo recuperar el nivel a costa de la salud, logrando entrar en los equipos de duatlón para ayudar al club y dándome cuenta de que ese nivel de entrenamiento en mis condiciones personales y laborales no eran factibles.

Abro un inciso, durante los últimos 4 años, en tres he tenido despliegues de más de un mes en verano, es decir, una ruptura total con el entrenamiento (Eurocopas de 2021 y 2024, ambas en junio -28 y 38 días out- y Mundial de Qatar de diciembre de 2022 -27 días out-), a lo que hay que añadir otros cuantos despliegues internacionales y nacionales. Sin ir más lejos, el año pasado, antes de la Media Maratón de Talavera en octubre, tuve que cancelar vacaciones por tema de curro, y plantarme en la línea de salida con dos turnos de 16 horas encima, con las piernas como dos estacas. No mola.

Han sido dos (en realidad tres, pero 2022 fue annus horribilis por diferentes cuestiones) años para invitar a la reflexión. Y creo que ha llegado el momento de dar un paso al lado. Tengo la conciencia muy tranquila, he dado todo lo que tenía y a veces lo que no, por el club desde 2013, cuando entré siendo aún sub23. Por el camino, dejamos una ristra de buenos resultados, aún cuando éramos una panda de fulanillos que viajaban en coches particulares por toda España, y cuando dos de las pruebas de la Liga de Clubes eran los Campeonatos de España Sprint y Olímpico. De aquella época, cuando Juan y Javi estaban en la directiva, y el bloque élite lo formaba Antonio Benito, Javi Rosado y servidor, con Omar muriendo, dos gregarios para la bici como Corredor y Cubatillas (mucho más el segundo que el primero), y la savia nueva llegando fuerte –Alvarete y Romo-.

Sí, éramos unos fulanos, y algunos lo seguimos siendo. Como anécdota, el podio en el Campeonato de España Sprint de Altafulla (Omar, Antonio y yo), al que no asistimos porque estábamos talándonos una pizza, ajenos a lo que habíamos conseguido. Aquella remota posibilidad que tuvimos de ser podio en la Liga de Triatlón en Santander y que no salió, acabando cuartos, los subcampeonatos de España de Triatlón Olímpico, la Liga de El Toyo..., hay demasiados momentos para nombrar, todos ellos, con una sonrisa. Eran tiempos buenos, en los que una banda de amigos, con el mismo orden que el ejército de Pancho Villa, plantaba cara a los todopoderosos Fast Triatló, Cidade Lugo, Arcade Inforhouse o Diablillos. Con dos huevos.

Y con esa misma sonrisa será con la que me despida del Club, con una mochila llena de buenos recuerdos. Eternamente agradecido a aquellos que apostaron por el crecimiento del equipo como Juan o Javi y por aquellos que lo potenciaron y que consiguieron llevarlo hasta el primer nivel, que es donde está ahora mismo, como José y Pablo, además de todos los entrenadores de las categorías inferiores.

14 años tras dejar el CD Tritalavera, desde que Benito me obligó a firmar el contrato con el club en una servilleta mojada dentro del baño del hotel donde nos concentrábamos para competir en el Campeonato de Triatlón por Autonomías, ¿te acuerdas Beni? Jajaja. Al final, y aunque me formara en el Trita (hoy desfigurado, como todos los clubes en mi ciudad) siento que el Albacete ha sido (y será) mi hogar. Como Franccesco Totti en el AS Roma.


A los nuevos fichajes, a los chavales de la escuela, a todos aquellos que forman parte del prometedor futuro del club, les pediría que no olviden de dónde vienen, ni los valores que representan llevar la camiseta amarilla, que sigan trabajando duro día a día, que no desistan ante el fracaso, y que valoren lo que tienen y de lo que disfrutan ahora mismo. No hace tanto tiempo, estábamos viajando en una furgoneta como los gitanos y volviendo el mismo día que se competía porque había que ahorrar. Sed conscientes de ello. Valoradlo. Y apretad con dos cojones.

Sobre mi futuro, y ya con esto cierro la chapa, no hay nada escrito. A día de hoy, y hasta el 31 de diciembre, seguiré vistiendo de amarillo. Por el momento no tengo pensamiento de unirme a ningún club (ofertas tengo) pero es tan sencillo como que no tengo ganas. Quizás me federe y compita algo como independiente. No lo sé. Quizás me ponga a hacer crossfit. Quizás sólo haga atletismo. O me vaya todos los días a hacer pecho-bíceps al gimnasio. Quizás sólo quizás, y lo más seguro es que ya veremos.

Eternamente agradecido al Club Triatlón Albacete, a sus miembros y directiva, desde 2013 hasta la fecha presente: Juan, Javi, José Fresneda, Pablo Matas (Matayev), David Speaker, y todos aquellos que de una manera u otra, han conseguido llevar a este humilde club a la élite nacional.

Un abrazo a todos. 

Arri.

viernes, 27 de octubre de 2023

Amor a la autodestrucción

Pensaba que había actualizado esto después de Cuenca, pero se ve que no, únicamente subí el post del Instagram contando cómo fue la cosa. Desde entonces (última semana de julio) tocaba afrontar un cambio de dinámica a la hora de entrenar. Primero, porque estuve una semana cojo a raíz de las heridas en los pies que me provocaron las zapatillas en los últimos 5km. Y segundo, por los eventos sociales que debía acometer. 

Así pues, y tras 10 días de parón entre unas cosas y otras, volvía a entrenar con la intención de correr la media maratón de Talavera, mi primera, y meter un tiempo de 1h10'. Pues bien, reinicié los entrenos y estuve entrenando bien dos días, mi segundo de carrera, en una cuesta y un mal apoyo me pegó un pinchazo en el gemelo. Pensaba que iba a ser una simple molestia pero no. A los pocos metros me tuve que parar porque el dolor se extendía por toda la zona de la rodilla. De nuevo al palco.

En otra semana de cero impacto y fortalecimiento en el gimnasio y listo para correr. No pasa nada. Hay tiempo. Ya nos encontrábamos a finales de agosto. Y hete aquí, que por casualidades del destino, en el primer rodaje largo que hice en Talavera con Luis Rin, me pegué un señor hostiazo en la zona final del autocross de Talavera. Hostiazo con mayúsculas y a 7km de casa. En caliente dolía, pero no mucho. Después... inflamación, dolor, cojera y 15 días inválido. Entre medias dos bodas, la de Dani H y la de Pineño. ¿Cómo fue de grave? Pues, diría que con fisura y un callo óseo que sobresale cuando flexiono la rodilla, pero dolor no. Cuatro semanas. Ya si que no da tiempo. Así que bajaremos las aspiraciones.

Cuatro semanas en las que, además de no entrenar, tuve eventos y me cogí peso, producto de las vacaciones. Iba a ser duro, pero había que intentarlo. 

Por circunstancias, decidí priorizar, hacer base aeróbica y fuerza, y trabajar algo de "race pace" como máximo ritmo. No había tiempo para más y podría ser lo mejor. Correr 4 días, hacer 2 días fuerza y nadar otros 2 o 3, si había posibilidad, algo de rodillo, pero no fue el caso.

El plan era sencillo:
Lunes: Nadar + Pesas; Martes: Carrera; Miércoles: Nadar + Pesas; Jueves: Correr; Viernes: Nadar o Rodillo; Sábado y Domingo: Correr.

Así pues, sería de locos pensar que podrías meter más de 60km a la semana en 4 sesiones, al menos, sin reventar como un sapo o que empezaran a salir molestias.

En este sentido, he de decir que mandé las Pegasus a tomar por culo ya que la zona del talón era más blanda e inestable y volví a las GT-2000 de Asics. Casualidad, el dolor de los aquiles desapareció.

Volúmenes semanales:
28 ag-03 sept: 0km.
4 sept-10 sept: 6,1km: Prueba a correr.
11 sept-17 sept: 36,9km.
18 sept-24 sept: 58km.
25 sept-01 oct: 54,4km.
02 oct-08 oct: 50km: Carrera de prueba 8km en Fuenlabrada.
09 oct-15 oct: Media maratón: 56,2km.

La carrera de Fuenlabrada fue una prueba solidaria organizada por la Policía. En ella hice todo lo que no se debe hacer en una prueba. Llegué con el tiempo justo, pero era prácticamente imposible aparcar. Cuando comencé a calentar eran las 09:40 y la carrera empezaba a las 10:00. Llegué a cambiarme la camiseta y las zapatillas a 3 minutos de la salida. Así que la salida la hice más lento de lo que pensaba. Se hizo un trío cabecero, y yo cazando por detrás. En el kilómetro 1 ya se había estirado todo, el primero se fue solo, el segundo luchaba por perseguirlo y yo, junto con el tercero, hasta el kilómetro 2 donde decidí apretar un punto e irme. Y por delante kilómetros persiguiendo al segundo, en vano. Al final tercero a 30" del segundo y 1' del primero. 8km a 3'25", sorprendentemente bien y sin ir muy forzado. Eso sí, con la sensación de no poder ir más rápido.

Esa fue la semana que hice algo más de ritmos rápido, con 5x1km a 3'15"-20" con 1'15" rec. 

Después de esa carrera, masaje de descarga y "puesta a punto". El problema es cuando haces una puesta a punto y te toca servicio en Sevilla dos días. Esos días son jodidos, y sabía que iba a repercutir en la media. Martes rodaje y masaje. Miércoles y jueves 16 horas de servicio, dormir poco y descansar menos. El jueves madrugué para hacer un rodaje fácil en ayunas pero ahí las piernas me dijeron que no. Que me olvidara. 

El viernes, de nuevo en Madrid, volví a correr alrededor de 30' con un dolor de peroneos y tibiales horrible. Así no. Pero no, de no acabar. Foam roller, estiramientos, cremas antiinflamatorias... El sábado viaje a Talavera y rodaje de nuevo, y más foam roller. El domingo me desperté y eché a correr, embadurnado en Phisiorelax por rodillas e isquios... y sin dolor. Con sorprendentemente buenas piernas. 

Una vez en la línea de salida te concentras. El plan era claro, 3'30" de ritmo constante, no vamos a fliparnos que se puede hacer muy largo. Y sinceramente, me arrepiento. Salí conservador, con un grupete que se fue enfilando y desgranando, acabando muy separados. Por delante, un grupo de unos 8 con Alberto Bravo y Batuecas, entre otros. Y yo por detrás a ritmo constante, prácticamente al mismo que ellos, unos 10km. Pequé de conservador y de cagón. Ese grupo lo hubiese aguantado y me hubiese guardado duros, pero no lo hice. Así que fue una media maratón en la que fui solo 17km. 

Todo fue bien hasta el km 17 más o menos, ahí empecé a notar cómo el psoas derecho se acortaba y no me dejaba lanzar bien esa pierna, un kilómetro más tarde, noté cómo se me formaba una ampolla en el talón derecho. Todos los males y fantasmas en procesión. Ese es el punto en el que pasas de pensar en bajar de 1h13' a darte por satisfecho con 1h15'. El paso por el 10k fue rápido y pensé que podría doblarlo bien (34'10" por mi reloj, 34'35" por parcial) pero me se me fueron un par de kilómetros, en especial el 19 (y doblé de 1h08' alto esperada en casi 1h09'50") así que los cálculos y pronósticos no fueron exactos y al final fue lucha contra el crono para entrar en 1h13'55" oficial con unos 200m más según el GPS. A efectos, 3'30" o 3'28". 

La semana siguiente, a descansar y ha sido esta semana cuando he vuelto a entrenar. Eso sí, más estrés en el curro y menos ganas de entrenar. Tengo que buscar un objetivo, y pensar seriamente qué hacer la temporada que viene. La idea del no drafting está por ahí...


sábado, 24 de junio de 2023

Tom Hardy

Pensaba yo que había actualizado desde diciembre, pero se ve que no. Después de una San Silvestre aceptable a 3'15" llegó una lesión derivada de lo mismo (por sobrecarga) que me dejó sin poder correr alrededor de tres semanas. De ahí, nos juntamos con el nuevo proyecto que era buscar un nuevo piso para irme a vivir con Yolanda, mi pareja. El caos. Sí que se notó en esa fecha ya la reducción de pisos de alquiler en Madrid, además del aumento del precio. Mala fecha. Además fuimos a dar con la inmobiliaria de la capital con más inútiles por metro cuadrado. Un piso viejo, con un lavado de cara, sin amueblar, con la mitad de las cosas que no funcionaban (fregadero, lavavajillas, luces parpadeantes...), plazos que se alargaron y una mudanza que llegó a dejarme totalmente tieso. Días sin entrenar, montar muebles, mover enseres... un puto desastre. 

Después vino Gyda a nuestras vidas, y si bien no le costó mucho adaptarse a nosotros, educar a un cachorro es una tarea ardua. De hecho tengo un vídeo de la primera noche en la que el salón parece un solar. Tras esto, una lucha interminable entre averías, muebles y mierdas varias que duró prácticamente hasta el final de marzo. La frase esa de Murphy de "si algo puede salir mal...", pues eso mismo. 


Llegó el mes de abril y parece que la cosa empezó a echar a andar de nuevo, algo más de rutina, algo más de consistencia y a la vista de los resultados decidí apuntarme al Duatlón de Ciudad Real, regional de CLM. Volver a ponerte un dorsal y ver que, aunque bien, no estás súper. Llegué a la transición con el 4º y 5º, a 30" de los tres primeros, cierto es que llevaba más miedo que vergüenza para petar. En bici nos cogieron por detrás y se desató un festival de palos de todas las formas y colores. Estuve a punto de petar pero conseguí entrar en el grupo de nuevo y enganchar a cabeza de carrera, eso sí, a la hora de correr fue una desolación absoluta. Empecé bien pero entre el polen y la garganta tuve que levantar el pie y pararme a potar. ¡Qué penasco!

Antes de eso, decidí apuntarme al triatlón de Tres Cantos, si bien, el viaje de curro de la Copa del Rey de fútbol me dejó 4 días con 0 entrenos. O lo que es lo mismo, de cómo preparar un triatlón en 4 semanas a reducirlo casi a 3 por cuestiones laborales. Pues bueno, vamos a cambiar el chip y a disfrutar. El día de antes hablé con Pablo del Campo para saber la temperatura del agua: "23º, no creo que haya neopreno". En ese punto fue, mejor, porque lo tengo en Talavera desde el año pasado que se lo dejé a Perales. Pero hete aquí, que esa noche hubo 5º en 3C, y el agua estaba bastante más fresquito. Neopreno permitido -cara de ardilla- y segunda tanda de salida -cara de gilipollas-. Bueno, pues qué le vamos a hacer. Salí engorilao' del agua y a dar estopa en bici, cogí a José Rodríguez del Sanse, que no cogió mi rueda, y después a Dani Hurtado, que tampoco la cogió. Así que a dar estacazos y ya está. Correr después un poco más pegao' que de costumbre y llegar a meta bastante satisfecho. Después, ver a los nuevos superpapis, Juanda y Ana y al retoño Mario, paseíto y cena.

Y desde ahí, arrastrando algunos problemillas con la fascia plantar (desde que metí 5' corriendo a 3'11" por el parque), así que otra vez desestructurando los entrenos e intentando corregir los desequilibrios. Eventos, fin de temporada en el curro, el culo apretao'  y como soy un puto cafre, apuntarme al Triatlón de Palencia, ya que Yoli es de un pueblo cercana. No es que tuviera mi mejor día. Los errores de novato de "no saber por dónde va la gente" ni leer la corriente del río, que no aprecié en el calentamiento pero sí se notaba. Así que me dejé mucho tiempo allí, y ya irremontable, de un grupo de 15 tirábamos 3 en un circuito muy ratonero y lleno de giros de 90 y 180º. La carrera, regular, de menos a más, y de nuevo ese miedo a reventar como un sapo, pero aceptable debido a lo poco que he corrido en las anteriores semanas.

Este finde, he vuelto a Talavera para entrenar con la grupeta, cerrando los planes antes de llegar con Luidgi. Hoy 3h30' de bici con 1h fuerte -haciendo un pequeño test para ver si me apuntaba a Cuenca o no- con una estallada final muy guapa: deshidratación + low fuel = Booom. Y de ahí a 30' muy suaves en transición... a 40º en la sartén del diablo, pidiendo la hora. Mañana más, e inscripción a Cuenca hecha. Por delante unos días de vacaciones en Mojácar, una despedida de soltero que preparar y más cositas que ya veremos si podemos ir sacando.

De momento, una competición por mes, y, quién sabe, si este año prepararé una maratón (con el método Arri y <70km semanales). Llevo planteándome la temporada que viene unos meses... No sabría decir a ciencia cierta si renovaré la licencia de triatlón o directamente pasaré.

sábado, 31 de diciembre de 2022

Bear Grylls

 Hoy venía conduciendo, escuchando la canción del nuevo disco de Marea que os dejo abajo, y me ha entrado una sensación bastante extraña, una euforia contenida, una alegría desatada, una rabia oculta, una pena exacerbada, un escalofrío que me recorría el espinazo de cabo a rabo, y una lagrimilla cayendo por la mejilla derecha. No sé explicar muy bien el porqué. Quizás haya sido este año, que ha sido una constante y puta prueba, día a día, mes a mes, y saber que al final has conseguido sobrevivir. 

Pensé que el año no podía dar más de sí desde julio, pero sí da, y para mucho. Hay que joderse. De hecho, tengo que decir que volví a correr un triatlón, de medio pelo, sí, pero volví a ponerme ese amarillo chillón con verde azulado que parecer el mono aussie. También un dorsal de carrera de pueblo. Y en el plan deportivo, todo evolucionaba con muy buena pinta hasta principios de octubre. Covid. Sí. De nuevo, por tercera vez y mucho más destructivo que las veces anteriores y que me hizo perder prácticamente dos meses, tres semanas para pasarlo, con fiebres que iban y venían sin sentido ninguno (y ojo, que todo lo que me mandaron fue ibuprofeno y paracetamol, y agua), y un mes para recuperarlo. De este plano, además de comentar que he renovado licencia con el Triatlón Albacete, he de decir que intentaré regresar al equipo élite de las competiciones por equipos (siempre que me cuadren) y que si tengo ganas y tiempo, volveré a los fueros regionales. 

En lo familiar, si lo de Pacopepe (o mi señor padre) fue un periplo tortuoso que veía al final la luz... fue un espejismo. Al post cáncer le sumamos una artritis reumatoide muy jodida y cierta incompetencia por parte de la "especialista" (ojo, que resulta que la médico de familia acertó con el tratamiento de primeras, y la reumatóloga dijo que los resultados no eran concluyentes en primera instancias, para repetir los test tres meses después y confirmar lo que muy bien había diagnosticado la médico del centro de salud), y se forma un buen quilombo. El resultado básicamente es que cuando le daba un brote pasaba a tener la misma movilidad que un leño, y que el mínimo movimiento (y hasta el mismo peso de los miembros -brazos y piernas- hacía que le doliera hasta el alma). Sé que aguanta de cojones, y sé que no se queja porque sí, también le vi pasarlo mal de cojones cuando le incrustaron el catéter en el pulmón... Un show, o para un partido de homenaje.

En lo laboral, el final de temporada me dejó totalmente KO, tanto, que, con la suma del resto de circunstancias personales y vitales, tuve que empezar a ir al psicólogo. El inicio temprano de temporada y las demandas que han ido en aumento, con nuevos retos, han hecho que pueda considerar que es una de las mejores decisiones que he tomado. Como recompensa al curro, despliegue internacional en Qatar, 23 días contando los dos días de viaje -ida y vuelta-, y una experiencia inolvidable. Podría decir muchas cosas, pero esas me las reservo para comentarlas con una cerveza, si se diera el caso, os adelanto, eso sí, que abusan de las especias para sobrellevar los 35º que tienen en diciembre (invierno).  

En lo personal, altibajos, mucho peso de todo lo anterior que he explicado, hasta que la terapia comenzó a surtir efecto, y desde entonces, una balsa de aceite (gracias a María Calleja, mi psico). Por otra parte, he tenido la suerte de conocer a una persona con la misma pedrada mental que yo, alguien que es capaz de sacar lo mejor de mí, que me anima y consigue cambiarme el humor hasta en el peor de los días, y es por ello que ahora se vive todo de manera diferente. También que ha estado ayudándome en la sombra todo este tiempo y con la que quiero empezar a construir un futuro, que tiene la curiosa habilidad de quedarse totalmente seca a los cinco minutos de empezar a ver una película, mi chica, Yolanda. Ahora tenemos un proyecto bonito, de irnos a vivir juntos, y seremos pronto tres. Tranquis, que no seré padre. Me he comprado una perrita, staffy, que me entregarán a finales de enero - principios de febrero, y ya hemos empezado con las apuestas, de quién de los dos va a ligar más con la cachorra, jaja.

Y como el periplo éste empezó el día 24 de diciembre de 2021, con mi boca haciendo la promesa de hacer la cena de Nochebuena... Pues he cumplido, podéis ver las fotos en mi instagram. 

Ahora os preguntaréis, ¿y por qué cojones se llama el post así? Bueno, 2022 ha sido... como el título de la serie que presentaba Bear. Y he vuelto a la humanidad. Eso sí, no hace falta repetirlo en 2023, ni a mí, ni a mis "hermanos de otra madre", que también lo han pasado regular este año. Fuerza mis cabrones, os quiero mucho (H, R). 


"Ensucio su nombre, su estampa y su olor,
Por lo que nos hizo a los dos,
Por hurgar en las venas y huir
Por cada patada que dio al corazón
Por todo lo que ensombreció
Por la tinta que le di..."

Marea - El más sucio de los nombres.

martes, 19 de julio de 2022

Sesenta por ciento

Del desahogo del último post pasamos a la angustia del retraso de las últimas pruebas del viejo, de mayo a junio, de junio a finales del mismo, y de ahí a principios de julio, con los resultados a finales. Quiero pensar que como la frase de Mr. Wonderfull “todo saldrá bien” y que si desde el 7 al 29 no nos han llamado es porque los resultados no son malos (que no es que sean buenos). El sinvivir continúa.

En el curro parecía que íbamos a tener un respiro y nada más lejos de la realidad. Ha sido un estrés continuo desde la fecha hasta la primera de julio. Supongo que serán (putas malas) rachas. El caso es que todo se empieza a acumular, desde esa tensión hasta la grasa abdominal. Y no hay nada peor que no encontrarse bien con uno mismo para que empiecen a salir de uno en uno todos los fantasmas del pasado. Todo repercute, y nada para bien. Entrenas, aunque sea por no pensar, sólo por dormir más de tres horas seguidas, y comenzando a pensar si me estaré volviendo un blandito. Antes las dudas que surgen, brotan un falso “estoy bien” que tampoco contribuye a mejorar la situación. La realidad es que el motor ha gripado, y el hastío y el asco aparecen. Pierdes la pasión por todo lo que haces. Ni el trabajo, ni el entreno, ni tu pareja. No eres un 100%. No llegas a un 60%. Eres como un castillo de naipes cayendo.

Por eso intentas recomponerte, y aguantar, aunque sea parcialmente. Reconectar con tu “yo” interior, con tu tierra, con tus amigos de toda la vida, y en cierto modo lo consigues… durante un rato. Sigues con las entrañas removidas. “Trust your guts”. Nunca los hice caso, hasta ahora. Y es de las cosas que más duelen.

Más incluso que las palizas incondicionales que he estado dándome estos días. Bajar a Talavera, volver a entrenar con los chicos, bajar del millón de revoluciones de la cabeza subiendo repechos a 400w con la banda, hasta que revientas. Ese es el punto en que vuelven a subir, y normalmente suele coincidir con el punto en el que pierdes rueda o rebufo. Haces terapia con una cerveza con Edu, o corriendo con el tito Luidgi, llegando a la conclusión que, al final, eres como un coche: tengas mucho motor o poco, tienes que pasar las revisiones anuales para no gripar. Así que voy a ir pidiendo cita en el taller.

El próximo domingo volveré a embutirme en el amarillo del club, en una buena romería en Riaza, en una prueba de la Du&Tri Cup de Madrid. ¿Aspiraciones? Acabar. Igual mi auténtico yo está a mitad de puerto y soy capaz de cogerlo.

martes, 7 de junio de 2022

Vivir para contarlo

Desde el 12 de septiembre, fecha en la que escribí mis últimas líneas, han pasado muchas lunas. Dejé de entrenar "a tope" para centrarme en ser feliz. Después de un año entero de parón, quise correr antes de andar, y corrí, pero todo acto tiene sus consecuencias, y las pagué. Madrid no es Talavera, en muchos sentidos, 31 (de aquellas) no son 26, y la soledad... ¡Ay! ¡Puta soledad! Soledad que le da nombre a este diario y que he llegado a odiar con toda mi alma. 

Dejé de entrenar reglado, hacía lo que me apetecía, basando todo alrededor del gimnasio y las pesas, el entreno concurrente, nadar por gusto, correr por ganas, y salir en bici los findes cuando bajaba a casa. 

Todo bien, hasta navidad. De hecho, corrí con Antona y Paco Cubelos, haciendo la San Silvestre de sparring a 3'30"/km y disfrutando cada paso. Sin presión, simplemente para disfrutar. Si bien, mis vacaciones de navidades fueron algo extrañas. El día 26 quedamos para jugar al pádel mi padre, mi tío David, mi hermana y yo. Una pachanga de esas chachis, y todo fue bien hasta que mi padre resbaló y se fue al palco. Rotura de tibia y peroné y luxación completa de tobillo. Por suerte, pudieron operarle ese mismo día por la tarde y el lunes por la tarde le estaba recogiendo del hospital. Claro, ahí los planes se te trastocan un poco, pero no pasa nada.

En el curro, desde final de diciembre, la carga laboral subió, teniendo que asumir bastante curro extra, y lidiando con la burocracia... al final, todo el día como puta por rastrojo, y sabiendo que serían dos o tres meses jodidos los que quedaban por venir. 

De ahí que el nivel de entrenamiento, a priori, fuese a ir a menos. Podemos meterle como dato extra un confinamiento por contacto estrecho de covid en enero y otro más por positivo (15 días al palco).

Y antes de eso, pero también en enero, le sumamos dos episodios importantes. El primero, desmayo y convulsiones de mi padre, y segundo lumbago de mi madre. Así que me tocó ser piedra angular familiar.

Empezaba con cojones 2022, pero aún le quedaba lo mejor. A raíz de las convulsiones del viejo, le detectaron un nódulo en el pulmón y tres en el tiroides. Sabiendo los antecedentes familiares (su madre y su tía murieron de cáncer de pulmón -sin ser fumadoras-, y sus años previos de tabaquismo) la cosa pintaba mal. Y tan mal. A mediados de febrero le mandaron a hacerse un PET-TC a Ciudad Real, e incluso antes de ello, ya le dijeron que se fuese preparando para una intervención rápida. Entre medias, citas con el neumólogo, el endocrino, la rehabilitación de la lesión de pierna. Un sindiós. 

Y médicos. Porque le derivaron al Ramón y Cajal, y la tesitura era la siguiente: mi madre no conduce por Madrid, mi padre no puede conducir porque tiene la pierna jodida, calienta que sales. Lo que se traduce en que le he hecho kilómetros al Audi. Entre medias, algún curso que hemos tenido que dar en el curro, y viajes. De la confirmación de le fecha de la operación a la operación viaje, de Madrid a Cornellá, de ahí a Coruña y volver el día que salía del quirófano, con el pulmón derecho sin el lóbulo medio y parte del inferior.

Lo que en principio iba a ser una operación fácil, y en tres días en casa tuvo su correspondiente complicación, porque 2022 está(ba) siendo de muy señor mío. Pasamos de 3 días a 15. Neumonía mediante, catéter punzante y mi padre totalmente destruido. Mira que aguanta el dolor el cabrón, que le he visto con la rodilla recta y el pie totalmente girado y no se quejaba, pero aquello debía ser insufrible. Días de convivencia en el Loft con mamá rinoceronte (mi madre) que era como dormir con un coche sin cubrecárter. Insomnio y curro, cafeína como estilo de vida. Aquello que no mejoraba. Chófer. Y ochocientos kilómetros semanales entre unas cosas y otras. El permiso de semana santa fue mantenerse en Madrid, y obligar a mi madre a que se tomara un puto respiro del hospital, cosa que me costó una discusión, tanto con el enfermo como con su cónyuge. Manda huevos. 

Finalmente, el miércoles previo al jueves santo le dieron el alta, y a mediodía a casa. Pasé tres días en Talavera y el sábado por la noche, vuelta a Madrid. Lunes curro, martes a Francia a trabajar. 

De volver del país de las baguettes a "estabilizar" en casa durante dos semanas, preparando el siguiente despliegue: Sevilla, final de la Europa League. Días de esos que son de 16h de curro, de las que no paras un puto momento. Es lo que toca. Después de eso, empecé a sentirme regu regu, más bien mal. Tos, mocos, un resfriado común, ¿ no? El problema es cuando sale a correr y vomitas literalmente, una pasta de mocos. Y al día siguiente sales en bici y te pasa igual. Y tosiendo, obviamente. Así que de camino al médico. Bronquitis. Y una semana hecho una auténtica basura, de la que aún me estoy recuperando.

Así es como nos hemos plantado en el 7 de junio. Puertas de verano y sin aire acondicionado en el piso. Pendientes de la biopsia de los nódulos del tiroides del viejo, que se la pospusieron desde mayo a junio, como la cita con el endocrino, y preguntándole al 2022: "Hijo de puta, ¿por dónde vas a salir ahora?".