martes, 8 de mayo de 2012

El diccionario del Diablo

He intentado que pasaran unas horas después de la competición para ser objetivo, aunque todavía me dura la "mala follá". Y como voy a intentar ser objetivo, omitiré, a grandes rasgos, la crónica de la carrera y pasaré a hacer directamente una valoración de la carrera y de los condicionantes que intervinieron en ella. 

Darlo todo... para nada...
Del agua no salí mal del todo (10º), aunque con 400 metros a favor llegamos demasiados a la boya. También puedo dar fe por experiencia, de que ha sido una prueba con un nivel altísimo, pero de hijos de puta por metro cuadrado, todo ello en el agua. Me explico. Entiendo que puedas dar a un rival una collejilla o dos, que le muerdas los pies, pero lo que no entiendo es que te agarren del hombro y te hundan, que te agarren de los pies y te tiren para atrás o que te tiren de la cremallera del neopreno o que vaya un tío haciendo delfines por las piedras remontando el río y se te tire encima. Jamás me había pasado eso y llevo ya unos cuantos años compitiendo. Además de eso un par de patadas en la boca, pero bueno, eso pasa a ser una cosa normal. 

La bici en tierra de nadie y esperando para nada. Ahí lo dejamos. No quiero ni recordarlo. Una pena que se me escapase Luismi Sánchez Rosado, ya que él sí contactó con los 4 que iban tras Rodrigo y Salamanca

Y la carrera a pie totalmente desmoralizado, a 3' de cabeza y a 2' del grupito. Correr para nada. No me dio tiempo a coger a nadie, el único, Alvarito, el junior del Tritoledo que se me quedó a 5".

La cuestión es que para bien o para mal corrí. Haciendo sólo 8" más lento que el año pasado después de haberme comido una bici totalmente sólo y con dos a rueda. Así que ahí hay motivos para sonreír, aunque no quiera hacerlo. Sin duda, eché de menos los relevos del año pasado de Luis Rin, o cualquier tipo de relevo no pesetero. En fin, son cosas que pasan, y todavía no la había cagado este año. Imagino que Alberto Hernández estaba en la misma situación al hablar con él después de la carrera. No todo es perfecto y hay que aprender de las derrotas más que de las victorias. 

Se me acaba la vida universitaria... snif snif...
Quizás acusase el esfuerzo de los últimos días, jueves maratoniano en la universidad (10 a 18), cena con los profesores, acostarse tarde, levantarse pronto, el viernes volver a Talavera, la entrevista en la radio con Junior Blázquez y los chicos del club, las tensiones que tuvimos al denegarnos temporalmente el permiso del triatlón, entrenar, hacer las bolsas del corredor, el sábado de nuevo más compromisos: entrenar por la mañana y la graduación de la carrera por la tarde, los viajes a Toledo... y sumarle que el domingo a las 7 arriba para ayudar a montar las cosas del triatlón. Todo suma por desgracia, y aunque no quiero que eso sirva, en ningún caso, para excusarme, hay que saber que también cuenta.

La realidad es que, aunque la natación de Talavera no es significativa, hay que mejorar nadando, al menos, para que las diferencias con los de cabeza se reduzcan a la mitad. Algo extraño. Porque las diferencias entre Gandía y Talavera han sido prácticamente las mismas con Salamanca, pero las sensaciones un millón de veces mejores en domingo... la diferencia fue Iván Cáceres, jaja. También hay que decir que todavía no la había cagado esta temporada como ya pasó el año pasado y el anterior en Pedro Muñoz, ya he cumplido cupo, esperemos. 

Ahora quedan algunas semanas duras, casi más en lo académico que en los entrenamientos, aunque no quitemos importancia a éstos. La Memoria del Prácticum está casi terminada y el TFG igual. Me quedan algunos puntos, quizás los más largos, pero también los más fáciles. También exámenes y el curso de entrenador nacional de natación el 25 y el 26 de mayo, por lo que Madrid queda tachado del calendario. Veremos qué pasa también con Sevilla, que hay demasiados flecos sueltos... 


Y aquí la canción que da título a la entrada... 

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