domingo, 18 de enero de 2009

Yo, Triatleta.

Días que pasan, entrenamientos que se acumulan, cargas que suben o bajan a mayor o menor intensidad, ejercicios aeróbicos y no tan aeróbicos, vendavales, heladas y escarcha en el corazón. La vida del triatleta es puro sacrificio. No es fácil, pero es la vida que voluntariamente elegimos. Elegimos ser superiores, tener una fuerza de voluntad férrea, un espíritu indómito, saborear el sudor en nuestros labios, sufrir el calor o el frío más intenso. Aprendimos a no rendirnos, a luchar por lo que queremos, a apretar los dientes y no llorar, a ignorar el dolor corporal y dar lo mejor de nosotros mismos. Mejoramos como personas, crecimos desde niños, nos adaptamos fisiológicamente, alcanzamos el equilibrio mental con nuestro estilo de vida y por fin, después de tantos kilómetros nadando, rodando o corriendo, obtuvimos el reconocimiento merecido. Somos energía, somos triatletas, no tememos a la lluvia, al frío o al calor, no nos importa madrugar y tampoco trasnochar, no tememos a nadar en aguas oscuras y malolientes, no tememos a las cuestas o los puertos, no tememos al abrasador asfalto, ni a las caídas. Liberamos adrenalina bajando a 80 km/h con un casco ligero y destreza, tiritamos de frío sobre las bicis, pero nos reconforta acabar cada día, cada entrenamiento. Porque en invierno echas de menos la sensación de pasar a un rival cuando el público anima, el escalofrío que recorre tu espalda cuando adelantas a uno en la bici o la angustia de la natación. Porque tan solo hay una sensación igualable a cruzar la línea de meta habiendo hecho un buen puesto o un buen tiempo superándote a tí mismo y las dificultades como el cansancio o al dolor muscular, y es echar un buen polvo.


* * *

Dum dum Dum dum... Algo palpita dentro y hace crujir los muelles de mi colchón, se escucha resquebrajarse la piedra que recubre el miocardio. Ha pasado el tiempo... ¿será ya tu hora? Nadie contesta. La coraza se resquebraja, ya no hay nada que pueda contener a un corazón desbocado, pronto se inmolará persiguiendo un espejismo. 'Pero... es que es tan real... ' Sin embargo cuando lo intentes coger se desvanecerá, tan sólo persigues una sombra, un anhelo profundo, una historia imposible, algo fuera de toda lógica y que con pasión dibujas en tu mente. Es algo que sólo tú sabes, algo que temes, algo que te puede hacer subir al cielo o bajar al mismo infierno. Una mirada es suficiente para turbarte, el corazón se vuelve loco, palpita enérgico, consciente de ser preso de una locura que jamás se verá realizada... Un gesto, una caricia, lo suficiente para tocar el cielo. Una sonrisa, una luz en una noche oscura. Y mientras me hundo en un mar de pensamientos me planteo si realmente merece la pena luchar, si existe la posibilidad de victoria o si simplemente me volví loco tras asumir mi derrota...

1 comentario:

antonio dieguez dijo...

Lo suscribo al 100 %.
Saludos.